22 de junio de 2008

VETUSTA Y LA REGENTA



SU FIGURA RECORRE LAS SOMBRAS DE LA CATEDRAL DE UNA VETUSTA CIUDAD. Es la protagonista de una gran novela de Leopoldo Alas, Clarín, publicada en 1884 y ambientada en la España de la Restauración.Esta obra se relaciona con otras famosas novelas europeas que tratan el tema del adulterio, siguiendo el estereotipo del triángulo amoroso: Madame Bobary ( 1857), de G. Flaubert y Ana Karenina (1877), de L. Tolstoi, entre otras.




La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles ... ( CAP. I)




ASÍ COMIENZA ESTA GRAN NOVELA DE CORTE REALISTA : LA REGENTA


Te recomiendo su lectura porque sentirás la necesidad de releerla con el paso de los años.


Puedes acceder a la audición de la novela en

1 Comentarios:

Anonymous dijo...

"El Magistral se detuvo, cruzó los brazos sobre el vientre. No podía hablar, ni quería. Temblábale todo el cuerpo; volvió a extender los brazos hacia Ana...dio otro paso adelante...y después, clavándose las uñas en el cuello, dio media vuelta, como si fuera a caer desplomado, y con piernas débiles y temblonas salió de la capilla. Cuando estuvo en el trascoro, sacó fuerzas de flaqueza, y aunque iba ciego, procuró no tropezar con los pilares y llegó a la sacristía sin caer ni vacilar siquiera.
Ana, vencida por el terror, cayó de bruces sobre el pavimento de mármol blanco y negro; cayó sin sentido.
La catedral estaba sola. Las sombras de los pilares y de las bóvedas se iban juntando y dejaban el templo en tinieblas.
Celedonio, el acólito afeminado y escuálido, con la sotana corta y sucia, venía de capilla en capilla cerrando verjas. las llaves del manojo sonaban chocando.
Llégó a la capilla del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de haber oído algo allí dentro; pegó el rostro a la verja y miró hacia el fondo de la capilla, escudriñando en la oscuridad. Debajo de la lámpara se le figuró ver una sombra mayor que otras veces...
Y entonces redobló la atención y oyó un rumor como un quejido débil, como un suspiro.
Abrió, entró y reconoció a la Regenta desmayada.
Celedonio sintió un deseo miserable, una perversión de su lascivia: y por gozar un placer extraño, o por probar si lo gozaba, inclinó el rostro asqueroso sobre el de la Regenta y le besó los labios.
Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas.
Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.

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