11 de octubre de 2010

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO



Madrid - En el espléndido barrio en que se hallan las casas de los grandes poetas del Siglo de Oro español - Lope de Vega, Cervantes, Quevedo-, una lápida conmemorativa en la calle del León recuerda un lugar, una especie de círculo- hoy se diría un "espacio"- donde se reunían en el siglo XIX comerciantes, intelectuales, escritores, políticos de café, periodistas, empresarios...En aquellas habitaciones se discurría sobre política y arte, se trataban negocios, se proyectaban especulaciones o revistas literarias y se formaban o deshacían grupos de todas clases, de vanguardia cultural, de interés económico o ideológico. Sobre todo, se hablaba y se hablaba.
Ese lugar, como recuerda la lápida, tiene un nombre, Mentidero de Representantes: un sitio donde se habla pero sin demasiada deferencia por la verdad, un lugar donde se miente. Por franca admisión general y hasta formalizada en la inscripción, la conversación, el entretenimiento y en especial el trato y la discusión social se identifican con la mentira, y el sagrario donde se desarrollan los ritos socioculturales es por definición el lugar donde se va a mentir (...)
Acaso la placa quiera recordar que aquel lugar de la representación social es un teatro y que- como enseñan los grandes poetas barrocos que vivieron en aquellas calles- todo el mundo es un teatro donde cuanto ocurre puede remitir, según una u otra fe religiosa, a una verdad que lo trasciende y que sin embargo no ha de tomarse a la letra ni demasiado en serio. Los que mienten, dice el nombre del círculo, son sobre todo los "representantes", todo aquel que se arroga representar a algo ( poco importa si una empresa, una ideología, una institución) y por tanto va y habla- presume, pretende hablar- no por sí mismo sino por alguien o por alguna otra cosa. Y también cuando crees hablar en tu nombre las cosas a veces cambian poco, es como si fueses el sosia o la contrafigura de ti mismo, un actor que interpreta un papel con su nombre y sustituye a la persona verdadera, como los dobles que, en una película, ruedan las escenas más peligrosas y se caen del caballo en lugar del protagonista.

La modernidad ha hecho que sea cada vez más universal e imposible a un tiempo esta función representativa, así como ha hecho imposible escribir poemas dirigidos a la gloria del rey o del presidente de la república. Nos sentimos siempre a disgusto cuando nos encontramos en lugar de otro, cuando debemos hablar en nombre de una escuela, un partido, una iglesia, una asociación filatélica, de combatientes o de filósofos, acaso de un Estado; al mismo tiempo nos damos cuenta de que estamos casi siempre en lugar de otro, de que no podemos hablar casi nunca en nuestro nombre, es más, de que hemos olvidado qué voz tiene ese presunto "Yo" verdadero al que oímos expresarse cada vez menos a través de nuestras palabras ( en particular las oficiales y de circunstancias) en los debates y las mesas redondas, en las conferencias o en las intervenciones en público.
En ese mentidero nos encontramos más o menos todos. Intentamos valernos como podemos entre las mentiras que fluctúan y estallan sin tragedias, como pompas de jabón. El parloteo que resuena alrededor es una buena medicina mundana en algunas ocasiones; es como una resaca, un murmullo que cubre el crujido del tiempo que pasa y amortigua la conciencia del dolor y del vacío. Como sabían los grandes poetas del teatro del mundo que vivían por estos barrios, la verdad puede ser dolorosa, como un nervio que duele y ha de ser adormecido. La verdad, decía otro gran escritor barroco español, Gracián, puede ser peligrosa, porque es una sangradura en el corazón.

EN EL MENTIDERO
"( 25 de noviembre de 1998), CLAUDIO MAGRIS, EL INFINITO VIAJAR
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Adiós, de San Felipe el gran paseo,/ donde se baja el turco o sube el galgo,/ como en la gaceta de Venecia, leo. Viaje al Parnaso,
Miguel de Cervantes.

Mentidero de San Felipe en La Puerta del Sol

"Mentidero de Madrid / decidnos ¿quién mató al conde?..., palabras que circulaban, en aquel brillante siglo de tiempos y glorias menguadas, atribuidas a Góngora y a propósito de aquel ilustre de Villamediana ( el aludido conde de los versos) que por "picar tan alto" probablemente alcanzó una gloria no deseada en los mejores años de su vida.


Los Mentideros eran lugares de reunión de la gente ociosa de Madrid. Allí coincidían todo tipo de gentes y vivires: hidalgos, estudiantes sopistas ( los de la "sopa boba"), galanes de corte, cómicos, mendigos...Eran, por tanto, espacios imprescindibles para escuchar rumores y difundirlos o para compartir vivencias.Con la aparición de las ciudades y el crecimiento demográfico, la plaza pública recupera la función de ágora romana y se forman estos mentideros donde el rumor crea estado de opinión y a veces tienen como finalidad servir de detonador de importantes acontecimientos. En estas "tertulias al aire libre" lo público y lo privado se airea cotidianamente y se expande cual pólvora por todas las esquinas de la ciudad.




Existieron tres famosos mentideros en el Madrid de los Austrias: "Losas de Palacio"( cerca del Palacio Real,donde se difundían rumores políticos, diplomáticos y militares), "Gradas de San Felipe" (en La Puerta del Sol esquina de La Calle Mayor, lugar de poetas, clérigos y soldados) y el "de Representantes" o el Mentidero de los cómicos , en la calle Atocha, donde hacían corrillo las gentes de teatro.

"...lugar de ociosos y culto de toda suerte de hablillas y murmuraciones que por Madrid corrían. Los principales eran tres, y entre ellos- San Felipe, Losas de Palacio y Representantes- el de las gradas de la iglesia agustina de San Felipe, entre las calles de Correos, Mayor y Espartero, era el más concurrido...Desde aquella especie de palco podía verse pasar gente y carruajes, y también pasear y departir de corro en corro. San Felipe era el sitio más animado y bullicioso de Madrid; su proximidad al edificio de la Estafeta de los correos...así como la circunstancia de dominar la vía principal de la ciudad, lo convertían en vasta tertulia donde se cruzaban opiniones y chismes, fanfarroneaban los soldados, chismorreaban los clérigos, se afanaban los ladrones de bolsas y lucían su ingenio los poetas.Lope, don Francisco de Quevedo y el mejicano Alarcón, entre otros, frecuentaban el mentidero. Cualquier noticia, rumor o embuste allí lanzado, rodaba como una bola hasta multiplicarse por mil, y nada escapaba a las lenguas que de todo conocían, vistiendo de limpio desde el Rey al último villano...Discutíanse en sus corrillos los asuntos de Flandes, Italia, las Indias con la gravedad de un Consejo de Castilla, repetíanse chistes y epigramas, se cubría de fango la honra de las damas, las actrices y los maridos cornudos, se dedicaban pullas sangrientas al conde de Olivares, narrábanse en voz baja las aventuras galantes del Rey...Era, en fin, lugar amenísimo y chispeante, fuente de ingenio, novedad y maledicencia.

El CAPITÁN ALATRISTE, Arturo Pérez Reverte

Ha pasado el tiempo por todos estos lugares, mentideros de pasos perdidos, cuyas palabras se las llevó el viento arrastradas por la marea de la historia. Ha pasado el tiempo con su vértigo y su mansedumbre y las gentes todavía necesitan encontrarse para, entre otras cosas , representar argumentos y anécdotas, extender rumores y malentendidos que recuerdan aquellos mentideros de antaño.

Como dice Claudio Magris "la verdad puede ser dolorosa, como un nervio que duele y ha de ser adormecido": algo así como el gran teatro galáctico, de corrillos infinitos y pasos alienados, de este nuestro recién estrenado siglo XXI.




1 Comentarios:

Ubú dijo...

¡Mintideiros públicos! Unha boa entrada para comezar o curso.

Néstor Luján aproveitou a décima gongorina para titular a súa novela DECIDNOS, ¿QUIÉN MATÓ AL CONDE?, na cal indaga no asasinato do conde de Villamediana, un asunto que, dada a moita sona da víctima, por forza, tivo que ser tema de conversa nos "mentideros". Nun dos capítulos, chamado xustamente "El mentidero de Madrid", Luján danos noticia de San Felipe el Real e expón por boca dun feixe veriopinto de personaxes as murmuracións, os rumores e as teorías que alí se sostiveron acerca do crime.

"La gente bullía en las gradas de la iglesia de San Felipe, que era el cuartel general de los grandes ingenios. Durante años se vio en ella a Góngora, mientras vivió en Madrid, y a sus amigos los intratables y espléndidos poetas culteranos. Al conde de Villamediana, la flor y nata de los galanes almibarados. Algunas veces a don Pedro Calderón de la Barca, a don Francisco de Quevedo a todas horas, a Miguel de Cervantes Saavedra de paso, siempre apresurado, a Lope de Vega, estallando de vitalidad, o al poeta Ruiz de Alarcón, insolente, jorobado, agresivo, con su voz rencorosa y nasal. Don Francisco de Rioja, un escritor visto, culto, de finura exquisita, amigo y sempiterno adulador del conde de Olivares, hablaba siempre por lo bajo, riendo alegre, con soltura sevillana."

¿Cales son na actualidade os mintideiros? Seguramente os programas rosas e morbosos, con moitísimo menos inxenio, por descontado, que no Século de Ouro pero infinitamente máis maldicentes. Ou acaso o "Parlaminto" onde as súas señorías tamén as fan espesas.

O tempora, o mores.

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