23 de abril de 2009

CANTA, MUSA, LA CÓLERA DE AQUILES

"Bien podrán los encantadores quitarme la ventura pero el esfuerzo y el ánimo será imposible". Don Quijote a Sancho




"Las palabras son la sustancia de la que la inteligencia se nutre. Y esas palabras vienen engarzadas en la original sintaxis de la literatura. Un mundo hecho lenguaje, argumentado y construido desde un infinito espacio donde todo el decir, todo el sentir, es posible (...)

Tendríamos que agradecer a todos esos escritores que nos acompañan, en el siempre breve espacio de nuestra vida, el que nos hayan entregado sus palabras que construyen una humana manifestación de eternidad. Una eternidad que no promete otra existencia más allá de las fronteras de cada vida y que, en el gozo de leer, en las horas de lectura, nos deja esquivar las paredes del tiempo y acariciar en los silenciosos murmullos de las letras, las espaldas de no sé bien qué especie de inacabada amistad".

Necesidad de la literatura por Emilio Lledó

5 Comentarios:

María José dijo...

"La palabra liberal aparece temprano en nuestra literatura. No como una idea o una filosofía, sino como un temple y una disposición del ánimo; más que una ideología, era una virtud. Al decir esto vuelvo los ojos hacia Cervantes, el escritor nuestro que encarna más completamente los distintos sentidos de la palabra "liberal". Con él nace la novela moderna, el género literario de una sociedad que, desde su nacimiento, se ha identificado a sí misma y a su historia con la crítica. La Comedia de Dante es el reflejo de un mundo regido por la analogía; es decir, por la correspondencia entre este mundo y trasmundo; el Quijote es una obra animada por el principio contrario, la ironía, que es ruptura de la correspondencia y que subraya con una sonrisa la grieta entre lo real y lo ideal. Con Cervantes comienza la crítica de los absolutos: comienza la libertad. Y comienza con una sonrisa, no de placer ,sino de sabiduría..."

Discurso de OCTAVIO PAZ en la entrega del Premio Cervantes, 1981

Ubú dijo...

Sen temor a ser considerado un oportunista nin un lector de feira, no día de hoxe sería imperdonable non deixarse caer polo CUADERNO para tratar de libros.

O propio desta data é falar de Miguel e de William, que dicían os amigos, mais sería cousa ociosa, aínda que tiraramos proveito dela, por canto non hai hoxe publicación, grande ou pequena, que non conte deles.
En consecuencia, vounos obviar e recorreréi a outros autores, Poe, por exemplo, que comparece na súa calidade de lector porque, en consonancia co texto de Lledó, tamén el tivo necesidade da literatura e foi un lector atento, en continua e fructífera "conversación con los difuntos".

Na introducción á súa MARXINALIA, como chama ó conxunto de notas á marxe, Poe amósanos o seu hábito de lectura e descóbresenos como un lector activo ó que os libros fan pensar e reflexionar : "O adquirir libros procuréi sempre que tiveran amplas marxes, non tanto por amor ós volumes belidos como pola facilidade que ofrecen para anotar alí os pensamentos que suxiren, coincidencias e desacordos de opinión ou breves comentarios críticos en xeral. Se o que debo anotar excede os estreitos límites dunha marxe, escribo nunha tira de papel que coloco antre as páxinas, coidando de fixala con axuda dunha mínima cantidade de goma.
Todo isto pode pasar por un capricho; será unha práctica non só trillada, senón inútil. Persisto nela, sen embargo, e proporcioname pracer, o cal é un beneficio, a pesares do que diga Mr. Bentham apoiado por Mr. Mill.
(...) A "marxinalia" nace de apuntacións deliberadas, porque a mente do lector desexa descarregarse dun "pensamento", por máis petulante, parvo ou trivial que sexa; dun pensamento, si, e non meramente dalgo que poidera chegar ser un pensamento co tempo e baixo circunstancias máis favorables. Na "marxinalia", ademáis, falámonos a nós mesmos, e, polo tanto, facémolo con soltura, con audacia, con orixinalidade, con "abandonnément", sen afectación (...)"

De Edgard Allan Poe (1809-1849) celébrase este ano o bicentenario do seu nacemento; de Garcilaso de la Vega el Inca non sei se se celebra algo pero é a cousa que morreu tamén nun 23 de Abril, así que na súa memoria, anque poida resultar manido, vou reproducir o Soneto XXIII, que daquela estudiabamos e presentabamos o correspondente comentario de texto.

SONETO XXIII
En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende el corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

Tamén hoxe hai que ler e tamén hoxe hai qué ler.

Nota- No fragmento de Poe, as palabras que aparecen entre comiñas están en cursiva no orixinal. Ónde carallo estará no meu teclado o botón das cursivas?
Outra nota- "Encontro en Valladolid" de Anthony Burgess, un moi fermoso conto que narra unha improbable conversa entre Cervantes e Shakespeare.

Ubú dijo...

Na resaca do Día do Libro.
Basilio Losada, lector irredento, catedrático de Filoloxía Galega e Portuguesa, afamado tradutor ó castelán de autores portugueses, brasileiros, galegos e mesmo cataláns, abondando na teima da nobre arte de ser lector: "Para min ser escritor non é só un oficio, é unha maneira de vivir. E a min non me gusta esa maneira de vivir. O meu sistema de vida elixino eu, ser feliz. E ser feliz é ser lector, coller un libro entre as mans. Non se pode vivir, amar e escribir a un tempo. Hai que elixir."

Anónimo dijo...

Os voy a contar una anécdota sobre los placeres de la lectura. Sucedió más o menos así.

¡Aconséjame un libro! Me espetó un amigo no hace mucho tiempo. Se trata de una persona muy ocupada, trabajo, amistades, familia, ni un minuto para leer nimiedades (para algunas personas la literatura son nimiedades); pero –y ahí está el meollo de la cuestión- esta convulsa sociedad nos regala muchos tiempos muertos: los viajes en avión, espera en el aeropuerto, visitas periódicas al médico, dentistas, peluqueros, abogados, notarios, agentes de bolsa, bancos. Las esperas se vuelven interminables, las revistas son penosas y los periódicos siempre relatan lo mismo. Aconséjame un libro, pero no cualquiera que me haga perder el tiempo, que tú lees cualquier cosa (mi amigo se refería a mi gusto por los clásicos). Quiero uno que me sea útil, que me informe, que me enseñe cosas, pero que no me aburra. Como no podía ser menos acepté el encargo. Te contestaré por correo electrónico, le dije.

¡Qué compromiso! ¿Qué autor? ¿Qué libro? Y si no acierto, un lector menos, y somos tan pocos que hay que esmerarse. Perplejo me hallaba yo, y en profundas cavilaciones cuando se me ocurrió la idea. ¡Ya está! Herodoto. Periodismo, geografía, historia, viajes: un solo libro contiene toda la mezcla. Y como mi amigo tal vez no apreciase el contexto del mundo antiguo le recomendé a su alma transmigrada (es una metáfora) en un escritor polaco recientemente desaparecido: Kapuscinski. Comencé con Ébano. Éxito absoluto; y así fueron cayendo seis obras maestras del mismo autor. Había conseguido que leyera seis libros en aproximadamente un año. Me quedo corto si señalo que la satisfacción inundó mi ánimo. Fue verme en el espejo y darme multitud de besos en la cara. ¡Qué bien capto la psicología de mis amigos! Expresiones como esas o más soberbias todavía me las decía el individuo que tenía enfrente del espejo. En fin, que durante un tiempo la modestia se había extraviado y moraba en la alcantarilla. Bueno ya está bien, me han gustado mucho los libros que me indicaste, pero quiero otros autores. Comienzan de nuevo las reflexiones: si acerté con el émulo de Herodoto, intentémoslo ahora con libros de viajes. Pensé en Michaux (hay una magnífica traducción de Borges), en Octavio Paz (El libro sobre la India me parece extraordinario) en Chatwin (su En la Patagonia es un clásico), pero al final me decidí por El sueño de África, de Javier Reverte, en el que mezcla un viaje con los relatos sobre crueles cazadores blancos, colonización, bestias salvajes, leones merendándose indios y negros, todo muy exótico. Fracaso absoluto. El contenido del libro es malo: pobres indígenas y pobres bichos. Nueva intentona: abandonemos los viajes y vayamos a la política. Yourcenar construye en Memorias de Adriano una novela sobre la naturaleza del hombre, sobre la complejidad de una persona, un ilustrado y sensible emperador capaz, sin embargo, de justificar crímenes políticos y la violencia por razones de estado. Nuevo fracaso: el personaje no es creíble. El crédito conseguido se me acaba. ¿Qué hacer? Recurro a la novela histórica. ¿Valle-Inclán, quizá? La trilogía El Ruedo ibérico es una obra maestra; pero el lenguaje es extraordinariamente complicado. ¿Salambó, de Flaubert? Muy alejado del interés actual como para que le encuentre alguna utilidad. Opté por un librito no ha mucho publicado por Isabel Allende sobre la conquista de Chile. Éxito de nuevo.

Ya estaba pensando en otro libro cuando, hace unos días, me encontré de nuevo con mi amigo. Nos sentamos en un bar y charlamos; y mientras yo me distraía con el fútbol (uno también comete pecados), mi amigo tomó el libro que por azar yo llevaba y comenzó a leerlo. Esto es magnífico, me dijo admirado. Se había producido el milagro, ya no importaba que fuese útil (cualquier libro lo es), se fijaba en lo bien escrito que estaba y en las reflexiones del autor. Incluso me leyó unos párrafos que yo casi sabía de memoria. ¿El autor del prodigio? Gonzalo Torrente Ballester.

Saludos, aunque tardíos, afectuosos de Epi

Anónimo dijo...

Ruego se me perdone el malhadado plural del verbo ser que se coló donde no debía.

Epi compungido y atribulado

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