3 de julio de 2008

LAS MENINAS



La familia de Felipe IV, o "LAS MENINAS" de Diego Velázquez ( 1599-1660)
Barroco. Siglo XVII. Museo del Prado

Sobre "LAS MENINAS": MICHEL FOUCAULT
en LAS PALABRAS Y LAS COSAS. UNA ARQUEOLOGÍA DE LAS CIENCIAS HUMANAS.


3 Comentarios:

Anonymous dijo...

Me dejé olvidado un poema en el rincón del espejo, de Valente

por si recuerdas.

(Porque un día hablamos de los que deberían poder volver en una máquina del tiempo).

Un beso.

Citerea.

Ubú dijo...

"La obra que tenía enfrente llena de vida, estaba pintada con autoridad absoluta.(...)
La pincelada se revelaba a la vez tensa y ligera. Parecía realmente un instante de la vida de unos seres agrupados a capricho: la princesita, el pintor, dos meninas, dos enanos, un alto oficial de la Corte y dos borrosas figuras de una dueña y un guardadamas envarado y gruñón.
¿Qué quería decir el gran maestro con aquella enorme pintura, que sólo cedía en tamaño a Las lanzas?¿Por qué había pintado aquella escena y el rey se lo había permitido y distinguía aquel cuadro como favorito? Velázquez pintaba en el bastidor, dentro del cuadro. ¿Qué pintaba? Se lo preguntaba una y cien veces y jamás hallaba respuesta".(...)

Néstor Luján. LOS ESPEJOS PARALELOS.

O Padín dijo...

Velázquez quiere que el rey vea en su cuadro lo mismo que el rey mismo ve mientras posa aburrido para un retrato. Tal vez el rey hiciese algún comentario sobre lo tedioso de tantas horas de posado, y Velázquez quisiese obsequiarlo con este trampantojo en el que el aburrimiento es amenizado por las bromas infantiles de la infanta.
Pero no creo que Velázquez, mientras pintaba, fuese inmune al pensamiento de estar reproduciendo la mirada del rey. De estar en el mismísimo lugar del rey, viéndo a su súbdito pintor retratarlo. De estar dentro de su cabeza. Seguro que no pudo evitar envanecerse con estos pensamientos, porque Velázquez le daba mucho al caletre. Argumentaba que la pintura era una actividad intelectual, contra aquellos que pensaban que era impropio de nobles, por implicar trabajar con las manos. Cuando muchos años más tarde, Velázquez fue ennoblecido con el rango de caballero, corrió hacia este mismísimo cuadro, y no otro, para repintar, sobre su pecho, la cruz de Santiago.

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