16 de septiembre de 2008

LENGUAJE: FICCIÓN E IDEOLOGÍA



Como la verdad en que viven los seres humanos no suele resultar asequible o satisfactoria, esta verdad se sustituye por la construcción de ficciones más estimulantes y confortables. Esta actividad resulta mucho más cómoda y satisfactoria que la búsqueda insobornable de lo supuestamente verdadero, camino con frecuencia lleno de asperezas, asedios y dificultades irresolubles. Desde esta perspectiva me atrevería a distinguir entre ficciones “abiertas” y “cerradas”. Serían “ficciones abiertas” aquellas formas de discurso que reflexionan abiertamente sobre sí mismas y sus referentes, sobre sus métodos y posibilidades de desarrollo, mediante la integración y experimentación de cambios y transformaciones sucesivas. Serían ficciones abiertas la Literatura, las Artes y las Ciencias. Las Ciencias, además de ficciones abiertas, son también ficciones explicativas. Por el contrario, son “ficciones cerradas” aquellas formas de discurso renuentes- o que simplemente se niegan por completo- a discutir sus fundamentos normativos esenciales. Son formas de discurso que rechazan la crítica, censuran la heterodoxia, renuncian a transformaciones decisivas y niegan, en definitiva cualquier forma de cambio o diferencia sustancial. Son ficciones cerradas casi todas las ideologías, la mayor parte de los sistemas morales y la totalidad de las religiones. Este tipo de discurso cerrado dispone al menos de tres atributos o perspectivas esenciales: un afán de totalidad que empuja a expresar lo absoluto, a dar cuenta de todos los límites de una vida posible, la posesión de textos canónicos, entregados o identificados con la figura de un fundador; la afirmación a ultranza de una ortodoxia de ideas y fundamentos rectores, con toda suerte de ideologías, palabras, gestos, disciplinas, formalismos y rigores. Nada que se mitifica es verdadero. La verdad no se basa en mitos, sino en discursos incesantemente críticos. Frente a las ficciones cerradas, los discursos abiertos, igualmente ficticios, discuten la norma y sus dogmas. Y cuando el dogma se discute, se seculariza. En este proceso de secularización de las normas, la literatura constituye sin duda el discurso más importante que ha existido nunca. Es, por excelencia, un discurso de libertad, frente a las normas del arte ( preceptiva), de la sociedad ( política) y de la moral (religión).

Jesús G. Maestro, profesor titular de Teoría Literaria y de la Literatura Comparada . Universidad de Vigo.



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